EL LÍDER COMO CONSTRUCTOR DE SUEÑOS

Jorge Yarce

Algunas personas ven las cosas y preguntan por qué. Yo sueño con cosas y pregunto, ¿por qué no?” (B.Shaw).




Ayudar a que la gente “sueñe” y convierta sus   sueños   en   realidad   es   una   de   las grandes metas de la acción del líder. Le ayuda, a través del acompañamiento, pero también de la consultoría con los grupos. Es, en ese sentido, un “constructor” sueños. Es decir contribuye decisivamente a que cada uno configure su proyecto de vida. Este proyecto mira a su realización como persona y a la elaboración y desarrollo del plan de carrera  profesional,  aspectos  entrelazados. Lo cual supone formular también la misión personal (por qué) y la visión personales y pensar en las estrategias para lograr los objetivos  a  corto,  mediano  o  largo  plazo. Todo ello se vierte en un plan de vida donde están previstas las acciones y los tiempos para cada cosa. Siempre reforzando la autonomía y la libertad para ser lo que se quiere  ser,  sin  olvidar  que  se  vive  y  se trabaja dentro de una comunidad que no puede ser ajena al proyecto de vida personal.



El líder ayuda a tener conciencia de las capacidades y limitaciones personales y a desarrollar habilidades concretas, lo mismo que a aprovechar las oportunidades que se presentan  de  crecimiento  personal.  Pero, ante todo, ayuda a abrir el camino por sí mismo,  para  que  cada  uno  se  proponga metas altas, para que ascienda a la cumbre interior  y divise el panorama  de  su  propia vida. No basta soñar intensamente, aspirar a grandes cosas, elaborar planes ambiciosos. Hay que contar con las herramientas para lograrlo poco a poco. Y eso mismo ocurre en los grupos y en las organizaciones. El líder propicia el aprendizaje colectivo en armonía con el aprendizaje    y con los valores personales.



Es verdad que el líder en ciertos momentos comunica conocimientos y traslada su experiencia en el saber y en e saber hacer. Pero también es verdad que, sobre todo, colabora  para  que  cada  persona  abra  su inteligencia a la creatividad, a la exploración de nuevos caminos, al espíritu de iniciativa, a la búsqueda incesante de la transformación personal e institucional con toda su fuerza vital.



Lo que cada uno quiere ser, le pertenece al propiamente, pero necesita abrirse a quien le puede colaborar. Podemos hablar de esos sueños, comunicarlos y compartirlos para recibir  aliento  y ayuda  para  realizarlos.  Se trata de sueños que se forjan en el camino de la vida: en la niñez que vislumbra el futuro muy vagamente en forma fantasiosa, en la adolescencia que se abre a la intimidad y descubre al otro como un puente vital que le responde, en la juventud cuando siente la fuerza de atracción del futuro y las tensiones de la libertad –entre el libre arbitrio sin condiciones y el compromiso que engendra responsabilidad–, en la madurez cuando las experiencia   hace   que   algunos   de   esos sueños nos hagan tocar tierra, encuentren suelo duro y se deshagan, o tengamos que empezar a alzar vuelo de nuevo. Nadie nos puede ni nos debe quitar esos sueños: son el pequeño tesoro escondido que llevamos permanentemente con nosotros y que alimenta nuestra alma en todo momento.



La educación, la capacitación, los procesos formativos llevan a enfrentarse con la construcción de sí mismo. Es característica suya fomentar las ganas de empeñarse en vivir a fondo, de cambiar las organizaciones y la sociedad misma, de afrontar los imposibles porque tal vez los posibles ya están hechos. El material con el que trabaja un líder es blando: cerebro, corazón, inteligencia emocional, sentimientos. Se puede forjar, modelar, arcillar como una obra de arte, con amor, con respeto, con una profunda veneración por el ser del otro, no imponiéndole lo que se quisieran que fuera sino logrando que salga de él su mejor yo, su propio ser.

 


Vienen muy a la mano las palabras de Elkin Patarroyo a un grupo de estudiantes, aplicadas a los adultos que estamos empeñados   en   contribuir   a   que   otros crezcan, se perfeccionen, no decaigan en la consecución de sus ideales:



“Hagan su vida con base en unos sueños. Sueñen con todo lo que quieran, pero despedacen su vida haciendo realidad sus sueños. Luchen, porque lo único que le queda al hombre es su lucha. Al hombre no le queda el triunfo, no le queda la derrota, no le queda el dinero, no le queda el poder, no  le  queda  nada.  Lo  único  que  le queda es la satisfacción de su lucha. Su existencia, sus circunstancias son exclusivamente  suyas  y  háganlas únicas  y  excepcionales.  Sueñen, sueñen todos los días".




Con base en esos sueños, el pensamiento y la ilusión reclaman cambios y con ellos nuevas realidades. La acción real, sin embargo, a veces va rezagada tras algo diferente de lo que piden las necesidades de la familia, de las empresas, organizaciones o instituciones y de la sociedad. Es cundo los sueños se distorsionan, pierden su fuerza vital y se convierten en ensueños, en cosas irrealizables o en simples quimeras que no nos permiten aterrizar en la realidad que tenemos delante.



El líder debe luchar seriamente contra el conformismo de personas, grupos y organizaciones. Debe saber inyectar optimismo  en  la  acción,  para  que  se  vea cómo las cosas pueden mejorar, no simplemente que deben mejorar. El conformismo es una traición a la vida, a los sueños auténticos, a la lucha diaria por ser persona que trabaja, que sirve, que convive La gente responde cuando se les ofrecen argumentos valederos, cuando se les invita a partir de sus fortalezas sin olvidar sus debilidades, cuando se les exige y se les comprende pero se les insiste sistemáticamente en la necesidad de comprometerse apoyado ese compromiso en una entrega generosa, sin cálculos y sin reservas. Cuando con valores se les anima a vivir valores. Todo depende de que sus sueños y su lucha por hacerlos realidad se fijen como aspiración lo mejor.




“Compromiso es el material con que se forja el carácter para poder cambiar las cosas”. Y el líder de procesos formativos en organizaciones y grupos, y a través del acompañamiento personal,       apunta certeramente en su tarea cuando ella va dirigida a lograr que la gente se comprometa. Aquí estamos trabajando no sólo con el presente, con lo que tenemos en nuestro conocimiento o experiencia, y en el conocimiento o es experiencia de aquellos a quienes va dirigida la acción de facilitar.



Estamos trabajando con los posibles, con lo que sería deseable que ocurriera en el futuro de esa persona o de esos grupos. Nada de eso puede lograr sino desde el propio ejemplo. Ningún cambio que valga la pena se ha conseguido en la sociedad sin que se partiera del compromiso con unos ideales y con un “sueño” que parecía imposible. Los cambios se dan siempre que haya acciones comprometidas con unos objetivos claros y definidos y compartidos cuando se trata de una organización o de una institución.




El líder ayuda a descubrir esos enlaces de lo personal y lo colectivo. Las personas demuestran con su coherencia de vida que saben dónde quieren ir, cómo se debe ir , qué riesgos hay que correr y que vale la pena emprender la tarea alimentando constantemente esos sueños de muy diverso orden: humanos, profesionales sociales, sentimentales, etc. Pero también las colectividades demuestran su coherencia si quienes  ejercen  el  liderazgo  en  ellas orientan, y en razón de su integridad y de su compromiso con ellas, les conducen libremente a las soluciones que respondan a las necesidades.



Este trabajo hay que hacerlo sabiendo que a veces no se está viviendo plenamente lo que se quiere que logre el otro. Pero no decirlo, no apoyar ahí, sería una falta de coherencia mayor. Hay que actuar con sinceridad y con verdad o, lo que es lo mismo, con la sincera verdad de que la tarea de transformar los sueños       en   realidad   exige   una   larga paciencia  de  trabajo,  de  estudio perseverante, y de renovado esfuerzo por su ser consecuente con lo que esos sueños demandan en cada momento de la vida.





Quien  sueña  con      cosas  grandes  y realizables, aunque desafíe lo imposible lleva siempre   las   de   ganar   porque   le   exige formarse para vivir esa pasión incontenible de todo persona: construir su futuro, no esperar pasivamente a que este llegue solo o a o ser espectadores pasivos de los acontecimientos.   Hay   que   soñar   con   un futuro donde los valores humanos estén por encima  del  deseo  de  bienestar,  de abundancia y de comodidad, abiertos a un panorama  de  la  búsqueda  de  lo  mejor  de cada uno en la lucha por una sociedad más justa y más pacífica, que garantice los derechos humanos, el trabajo y la creación de cultura.




En las organizaciones se debe propiciar ambientes que muevan a la creatividad y que incentiven la imaginación y a que la inteligencia se proyecte   al futuro en forma de  meta  pero  también  de  anticipación.  El líder es constructor de sueños si parte de la inteligencia –racional y emocional- como centro de actividad del proceso formativo, para desde ahí lograr que la persona piense las   cosas   por   sí   misma,   y   tome   las decisiones o participe en ella, si se trata del trabajo en grupo o dentro de una empresa o institución, según se posibilite esto en la estructura de las entidades.




“Si la persona apunta bajo, se arrastra”. Por eso     el    ámbito    de    la    ilusión,    de    las ambiciones,  de  los  ideales,  siempre  están más allá de nuestro alcance, tienen algo de inefable, que escapa a nuestras manos, pero no al corazón y a la mente. Nuestros sueños tienen que ser muy superiores a nosotros mismos  y  a  nuestros  logros  y  eso  mismo vale para las personas que son objeto de nuestro trabajo de facilitación.



Para incitar a construir sueños, el líder tiene que  pensar  mucho  más  en  lo  que  puede hacer que en lo que ha hecho, debe estar más anclado en el futuro que en el pasado, dar rienda suelta y echar el ancla en el mar del riesgo, de los desconocido, de lo incierto. Si   busca   un   lugar   exento   de   riesgo   y aventura, está pensando en su seguridad o en su comodidad, o está permitiendo la comodidad y el facilismo en las personas objeto de su acción.



“Lo  más  apasionante  de  la  vida  humana, decía Chesterton, es lo que no hemos vivido todavía”. Enseñar a soñar es enseñar a buscar sin importar si lo que encontramos es todo lo que buscamos o es un puente para seguir buscando. “Busquen como que van a encontrar y encuentren como que aún han de buscar pues cuando el hombre ha terminado algo es cuando empieza” (S.Agustín). Aprender a soñar es pescar en el infinito, es aferrarse a lo esencial en la vida (amor, esperanza,  trabajo,  amistad,  libertad...ser), no a lo accidental (vestir, comer, gastar, comprar, consumir, deleitarse...tener).



Ser líder es tener la posibilidad de ser líderes formando a otros. Fracasamos en esa tarea cuando no logramos que las personas sean más dialogantes, más convivientes, más tolerantes, más amorosas, mejores amigos, más dolientes con el sufrimiento ajeno, mejores hermanos, mejores hijos, mejores padres o madres, mejores ciudadanos, más solidarios.



No tenemos derecho –sobre todo como líderes– a matar los sueños de nadie. Lo que si podemos es contribuir a que las personas sean  realistas  en  el  cómo,  en  los  medios para tratar de conseguir lo soñado, lo anhelado, lo deseado. La actitud del líder es la de quien abre puertas: “Cada uno de nosotros  tiene  que  ser  para  alguien  una llave. Sin ella hay puertas que no se abrirán o que no se cerrarán (E. Wiesel.)




Eso nos permite antes que nada estar en actitud de servicio, de ayudar a poner cimientos sólidos en la construcción de los sueños y la realización del proyecto de vida, de rectificar nuestros errores y hacer ver que de todos podemos aprender de los errores Para servir mejor cada día, con mayor preparación  y  mayor  dedicación,  para  no dejar desfallecer esos sueños   ante las dificultades. Nuestro lema podría ser: “Soñaba y pensaba que la vida no era más que la alegría; desperté y me di cuenta de que la vida no era más que servicio; serví y comprobé que servir era la alegría” (Tagore)

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