ASPECTOS PRÁCTICOS DE LA RESPONSABILIDAD


DEFINICION DE RESPONSABILIDAD


Responsabilidad es cumplir las obligaciones y compromisos adquiridos, asumir los resultados de los propios actos y saber responder  a  lo  que  se  espera  uno,  yendo más allá de la obligación estricta.



Etimológicamente responsabilidad viene de “res sponsa”: el anillo de compromiso que simbolizaba la obligación que unía al esposo y a la esposa a partir de ese momento. Podríamos decir que la responsabilidad debe ser entendida como una capacidad de responder a las expectativas que se crean a partir de determinados vínculos, sean familiares, laborales, de amistad, sociales en general, o provenientes simplemente de una promesa hecha a sí mismo o a otros.


La responsabilidad no llega con los años o con la mucha experiencia en un determinado campo de la actividad. La persona se hace responsable, aprendiendo a cumplir sus obligaciones y deberes, lo más espontáneamente posible, aunque a veces sienta que lo hace por obediencia a unas normas o pactos. Un profesional se caracteriza ante todo por su sentido de responsabilidad. Ser profesional es tener una actitud determinante  respecto  al cumplimiento de las obligaciones adquiridas en el trabajo. A diferencia del “aficionado” a algo, el profesional sabe que tiene que responder siempre, que no se trata de un juego sino de algo muy serio.


Del desempeño del trabajo dependen los resultados en términos de servicio o de producto.   Podríamos   aplicar   esta   frase: “Para ser grande (responsable) hace falta un
99 por ciento de talento, un 99 por ciento de disciplina y un 99 por ciento de trabajo” (Faulkner)


La responsabilidad lleva a:



•Antes de empezar examinar todos los aspectos del trabajo o del estudio de modo que se sepa qué hay que hacer, cómo y en qué tiempo.

•Informarse bien de lo que hay que hacer y   disponer   de   los   elementos   de trabajo necesarios para la tarea


•Empeñarse siempre en terminar lo que se comienza


•Ponerse de acuerdo con los demás si se trata de un trabajo en equipo


•Aplicarse sin interrupción al empeño hasta lograr los resultados esperados


•Informar de la marcha de los trabajos a quien lo supervisa


•Reconocer los errores cometidos y ponerse a la obra de repararlos


•Ante una dificultad o problema, acudir a quien pueda ayudar a resolverlo


•Hacer las cosas dentro de los plazos estipulados para esa tarea


•Al acabar, informar oportunamente de lo que se ha hecho indicando con exactitud las metas logradas, los pasos faltantes y el tiempo empleado.


Es importante darse cuenta de que la responsabilidad muchas veces lleva a ir más allá de las funciones estipuladas o a dedicar más del tiempo previsto, por la importancia de un asunto o por su urgencia para terminarlo. No es responsable quien ante un imprevisto escurre el bulto o simplemente esgrime que ya se cumplió su horario. Se es responsable haciendo las cosas no sólo a gusto sino cuando toca hacerlas a disgusto, porque no queda más remedio.


El tener que hacer cosas que no gustan es una buena escuela para madurar en responsabilidad. Lo importante es contar siempre con algo de motivación para hacer nuestra  labor.    Los  demás  es  una  fuente

Inspiradora de actos responsables. Todas las personas tenemos que aceptar responsabilidades   basadas   en   decisiones que otros han tomado por nosotros y eso no significa ser esclavos de nadie.


Asumir consecuencias y tomar decisiones



La responsabilidad no estriba sólo en tomar decisiones  sino  en  aceptar  las consecuencias que esas decisiones implican en términos de trabajo o de estudio, de afrontar  dificultades, de  resolver problemas. La otra cara de la moneda es dar demasiadas disculpas o justificarse ante los resultados no adecuados a lo que se esperaba de nosotros. Y mucho menos escudarse en los errores ajenos para tratar de  desviar  la  atención sobre  la  calidad  de nuestro trabajo...


Lo cierto es que la toma de decisiones propias adquiere una mayor urgencia en la maduración de la responsabilidad hoy en día. Si se aprende a hacerlo, se podrá conquistar mayor autonomía y ser más consciente de las fortalezas y debilidades. Ante la pregunta “¿qué hago?”, a veces la mejor respuesta, para comprometer la responsabilidad es “¿qué pienso que debo hacer?”.


Eso evita que si las cosas salen mal y se nos ha indicado muy verticalmente lo que debemos hacer, sigamos el camino del auto justificación  apoyados  en  que  no hicimos lo que queríamos hacer sino lo que nos impusieron. Lo cual revela un poco de infantilismo en el trabajo profesional o en cualquier actividad seria, donde todo el mundo está sujeto a alguien y a unas reglas del juego, cuyo cumplimiento con valores y con preparación nos hace competentes para un determinado cargo.


La responsabilidad no se limita a cumplir deberes. Va más allá porque la incitan los demás  valores  y la excelencia  como  meta. Requiere un sentido de la obligación adquirida pero también de la libertad para cumplirla y de la libertad para la creatividad. La  llamada  que  nos  hacen  a  ser responsables, en cualquier ámbito de la vida o en cualquier edad, no implica sentirse coaccionados   o   motivados   sólo   por   la obediencia a una norma. Hay que vivir eso con espíritu de iniciativa y con un gran sentido de libertad interior, actitudes que no son incompatibles con las normas.


Ser responsable es no quedarse en el “cumplimiento”  a secas, en un hacer lo que me toca hacer pero no pongo iniciativa para innovar, afrontar problemas inesperados, sugerir cambios, exigirme más en relación con las expectativas de crecimiento y de visión de   futuro y poder exigir más a los demás.


Como afirma López Quintás en “El libro de los Valores”: “Si la responsabilidad implica siempre una respuesta positiva   a un valor, tenemos una clave certera   para discernir cuando somos de verdad responsables”


Si una persona cualquiera se consagra a su estudio o a su trabajar simplemente porque se  le  dio  una  orden  de  hacerlo  pero  no asume aquello como propio, podemos decir que tal vez cumple pero que no es bueno profesionalmente, no es responsable.   La persona responsable aprende a afrontar por sí misma los resultados de lo que emprende, así sean negativos.


Como se toma en serio lo que hace, evita la superficialidad y piensa muy bien todas las acciones   que   va   a   ejecutar   antes   de iniciarlas, es decir, se apoya en la reflexión serena de los hechos. Y procura que desde el principio la tarea se haga bien. “Pocas cosas ayudan más a un individuo que el colocar una responsabilidad sobre sus hombros y hacerle conocer que confiamos en él” (B.T. Washington)



Los valores que ayudan a fortalecerla son la disponibilidad, el compromiso, la seriedad (mentalidad profesional), la prudencia y la eficiencia (producir resultados lo antes posible y de la mejor manera posible). Los antivalores que hay que desarraigar son la superficialidad, el descuido, la ineficiencia, la improvisación y la irresponsabilidad en el cumplimiento de los propios deberes, pues se cae en una falta de sentido del deber que obstaculiza el logro de los objetivos que la persona se propone y afecta las relaciones con los demás.

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