CÓMO SE PROYECTA UN LÍDER EN EL S.XXI



QUE SIGNIFICA SER UN LIDER





Jorge Yarce


Voy a mencionar 5 necesidades fundamentales de proyección del líder para buscar la transformación de las organizaciones:




1. Visión de futuro



“El futuro no  está en  ninguna parte: hay que   construirlo   desde   el   presente”   (J. Attali), actuando proactivamente, es decir, anticipándose a los cambios o, mejor, produciéndolos. La visión es una imagen del futuro, esperanzada y realizable, que se convierte en fuerza de atracción para que la misión de una persona, empresa, grupo o sociedad apunte a su logro en forma estratégica. Esa imagen engendra la prospectiva (diseño anticipado del futuro), que  no  puede  reducirse  a  simple futurología o ensayo adivinatorio (como por arte de magia) de lo que va a pasar, sino que tiene que ser válida para emprender acciones eficaces y producir resultados esperados. La estrategia es la manera de lograr los objetivos que llevan al cumplimiento de la visión mediante el proceso de cambio que permita construir el futuro,  alcanzar  lo  prospectado. Prospectiva y estrategia están enlazados para el logro de la efectividad de lo que se quiere hacia el futuro.



El futuro no tiene que ser estrictamente la continuidad del pasado, o la repetición cíclica de lo ya ocurrido. Hay cambios que exigen ruptura con el pasado, nuevas realidades que no existían, no se conocían o que deben ser redescubiertas o repensadas para hallarles el nuevo sentido. Es lo que Joe Baker llama un cambio de paradigmas  –entendidos éstos aquí como “reglas del juego”, normas o criterios por los que se rigen las acciones o conductas– que en cierto modo vuelven a cero, e implican un recomienzo total.



La visión de futuro conlleva un pensar en grande, apuntar a metas muy altas y entusiasmar y contagiar a los demás esa actitud, promover la participación de todos en la visión y mantenerse en una búsqueda
permanente y estable de los objetivos propuestos. “No importa lo que la visión es, sino lo que la visión logra” (Senge).
 

2. Cultura y contexto social



La cultura da una concepción del mundo, que facilita el contacto con las ideas de nuestro tiempo, en el campo de la filosofía, la historia, los desarrollos científicos más importantes, la vida contemporánea, la ciencia  y  la  tecnología, las  ideologías, el mundo empresarial, y el  conocimiento de los problemas claves de la sociedad en la que se vive. También el estudio y análisis de  las  megatendencias  que  se  perfilan hacia el futuro. Culto “es el hombre que ve los caminos de la vida” y la cultura es un “sistema de ideas vitales desde las cuales el tiempo vive” ((Ortega y Gasset).



La cultura del líder amplía y universaliza su visión y, a la vez, lo concreta a su tiempo y a su sociedad. No es ni un simple erudito, ni un especialista sin contexto. Tener contexto supone un manejo adecuado de la complejidad propia del tiempo presente y de las realidades, el conocimiento y la vida actual.  La  auténtica cultura  busca  bienes esenciales del hombre: verdad, libertad, fe, amor, trabajo... Pero vivimos en una sociedad en la que hay un “silencio sobre lo esencial” (Guitton), y en cambio la mente está invadida por los bienes de consumo. Ser realista y objetivo es enfrentarse a la filosofía del éxito material y oponerle una filosofía de la calidad de vida y del compromiso con la comunidad.



El hedonismo y el materialismo ahogan o no dejan vivir la extraordinaria aventura de la búsqueda de la verdad, que es lo que nos capacita para atacar los problemas individuales  y   sociales:  “El   amor  a   la verdad  es  más  fecundo  que  el  afán  de poder. Porque, mientras el afán de dominio es siempre individualista, la pasión por la verdad  es  radicalmente solidaria” (A. Llano). En el líder la pasión por la verdad y por sus resultados es el objetivo del conocimiento y de la maduración personal. 



3.  Excelencia  dentro  de  una  cultura  del trabajo

4.   Valores   éticos  vivenciados operativamente 



El líder no le puede tener miedo a los problemas o a las situaciones de crisis profunda.   Eso   es   lo   suyo.   “Nuestros tiempos no son para la resignación. Si no atacamos  los problemas, nos devoran” (L. Polo). De ahí que el empuje del líder le lleva a estudiar a fondo, a conocer mucho mejor su medio, a mirar al mundo, a empaparse bien de los grandes problemas, a innovar y buscar soluciones inéditas, si es el caso.



La excelencia profesional y personal es un imperativo de la hora presente. Se trata de contar con un instrumento cualificado para realizar un trabajo productivo sin renunciar al trabajo formativo. Ser profesional es ser capaz de bien común, no es simplemente estar habilitado para ejercer una profesión y para ello tener una cualificación de alto nivel. Hay que aprender a trabajar y aprender  a  aprender  continuamente, a  lo largo de toda la vida.



En la era del conocimiento y la educación, el futuro será de quien esté al día en conocimientos y sepa hacer. Ese es el capital más valioso de las empresas hoy en día: el saber acumulado de sus empleados y directivos. Y saber implica también saber hacer  y  hacer-hacer a  otros.  Por  eso  se habla de capital intelectual o de capital humano



Ser líder es hacer bien todo trabajo. Y el trabajo bien hecho lleva a la madurez y es como el eje vertebral del proyecto personal de vida. Es un medio para la felicidad personal, no un fin en sí mismo. Es algo que adquiere sentido a la luz de lo que no es trabajo: valores humanos, sociales, éticos, etc.).



Para trabajar bien es absolutamente necesario administrar el tiempo con orden, con prioridades y saber usarlo y aprovecharlo hasta el último minuto. Con mayor razón si se trata de un trabajo en equipo en el que se busca un objetivo común  desde  el  comienzo.  Lograr conformar equipos inteligentes de trabajo es la meta del líder.



Vivimos una época en la que hay gran demanda de los valores, especialmente de los valores éticos. Desde el ámbito empresarial se lidera una especie de revolución de los valores, precisamente en un mundo donde campean la corrupción, el individualismo y el relativismo. La gente quiere  que  el  líder  encarne virtudes, que busque fines, que obre rectamente y que evite males. Se trata de apoyar la conducta en principios y valores que permitan crear un clima de vida común y le confieran capacidad de una protesta pura frente a la injusticia, a los males, a la violencia, que no se reduzca a pura protesta. Principios y valores  morales  que  no  se  negocian  al mejor postor de la sociedad materialista y egoísta.



La integración de los valores en su actuación, ha de llevar al líder en forma ascendente a fortalecer su espíritu, su cultura, su afán de servir y la austeridad de vida. Su avidez no debe ser un ansia superficial de sobresalir, influir o dominar, sino un ansia interior que lo impulsa a la tarea perseverante, al sacrificio para sembrar hoy  y  recoger mañana, a  sentir, vivir y valorar a quienes le rodean.



La vivencia de los valores lleva al líder a saber administrar su libertad. Demasiada gente hay en la sociedad que reclama libertad para luego hacer lo que les da la gana. Administra bien la libertad quien responde a lo que la sociedad espera de él como persona formada. Libertad para ser persona de calidad, para comprometerse con los demás a través del servicio profesional calificado, o sea, libertad para cumplir un  fin. “No me preguntes     -nos recuerda Nieztche- de qué soy libre. Yo te pregunto: para qué eres libre?”.



El corazón de la libertad es el querer. Por eso es muy importante que la voluntad del líder se fortalezca en la vivencia de los valores, incluyendo hasta los más elementales para apuntar a la excelencia.



5. Comunicación eficaz



Sin comunicación   no hay comunidad. La comunicación hace  efectiva  la participación, es  su  vehículo propio.  Una persona no es plenamente persona si no se comunica. Le faltaría algo indispensable a la  sociabilidad, a  la  convivencia que  ella genera. El líder necesita comunicar para convencer. Para  él  es  más  importante lo que va a comunicar que el cómo va a hacerlo o el medio que va a utilizar. En cualquier caso su palabra ha de ser palabra en diálogo, abierta, sincera, auténtica. A la palabra exterior precede la palabra interior, es  decir,  la   fuerza  y   la   verdad  de  lo pensado, de lo que se quiere comunicar.



Comunicación que  tiende a  ser  cada vez menos masificada, porque se busca, por ejemplo a través de las redes informáticas, una respuesta interactiva personalizada, lo más cercana a la comunicación interpersonal, donde se da propiamente el encuentro el trato con los demás hombres como personas.



La  comunicación  no  es  sólo  saber transmitir mensajes ideas o  sentimientos, sino  saber  escuchar.  Característica  clave de un buen líder es saber escuchar a su gente, ser receptivo y comunicativo, estar bien informado y ocuparse de que su mensaje llegue al destinatario y de recibir la realimentación necesaria para medir la eficacia de la comunicación. Con mayor razón cuando es la comunidad la que ejerce el derecho a una comunicación completa y veraz. Vivimos en una sociedad donde se repite a todas horas la tentación de manipular la palabra, de corromperla en área de otros intereses, de deformarla para que en lugar de comunicar, distancie y separe, vuelva vacío el diálogo. Son constantes el peligro y la amenaza de hacer de la palabra un instrumento de engaño y de falsificación cayendo en el abuso del lenguaje que, a la hora de la verdad, como afirma Pieper, es un abuso de poder porque la palabra se convierte en una droga por medio de la propaganda y del discurso laudatorio.




 Por todo ello, necesita el líder conocer y utilizar los distintos tipos, procesos y medios de comunicación, desde los más tradicionales, masivos o no masivos, a los más revolucionarios de hoy, por ejemplo la red mundial Internet, como instrumentos al servicio de lo que se quiere comunicar y de los  destinatarios del  mensaje.    En  todos estos procesos, el líder ejerce también un poder de persuasión, de convencer con sus ideas y con su ejemplo, sobre todo como testimonio de  una  vida  coherente, de  un servicio sincero a su grupo, empresa o a la sociedad entera. La transparencia de su conducta incidirá en la eficacia de su comunicación.


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Hay,   pues,   en   la   sociedad   una   gran urgencia de un liderazgo asertivo, comprometido, basado en el servicio constante  y  en  la  afirmación  de  valores para ayudar a construir una sociedad justa, generadora actitudes de entusiasmo por la vida, de vibración ante la riqueza de lo humano, y de reciedumbre y fortaleza para afrontar los problemas.



Con la mira puesta siempre en el objetivo, con una firme esperanza, con optimismo en el éxito y con buen humor, porque al líder que sirve de verdad, podemos aplicarle estas palabras de Bergson:” La alegría es el signo de que la vida ha triunfado”.



Los rasgos del líder que hemos dibujado constituyen un ideal alto pero alcanzable. No lo sería o no valdría la pena si buscara únicamente el éxito personal o construir un pedestal para dominar desde ahí a los demás.



Es un ideal que se consigue dando mucho de sí, con pequeños o grandes esfuerzos y luchas cotidianas.   Quien nada arriesga nada tiene, reza el refrán: “Para los individuos  y  las  colectividades,  los mayores éxitos siempre los obtuvieron quienes supieron correr los mayores riesgos” (Bergson).

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