CÓMO TRABAJAR EN EQUIPO | COMUNICACION






Jorge Yarce




Iniciemos con una fábula de Gunter Pauli, titulada “La historia del roble”:



“¿Cómo  puedo  ser  el  árbol  más  fuerte  de esta selva? Entre más hojas, más energía recibo del sol. Y entre más hojas tenga, más hojas caerán al suelo. Hormigas, hongos, y gusanos convertirán las hojas que desperdicio en nueva comida para mí. Entre más comida tenga, más frutos tendré. Entre más frutos tenga, más pájaros me podrán visitar.



 Entre más pájaros me visiten, más estiércol dejarán caer en el suelo debajo de mí  y,  entre  más  estiércol,  más  bacterias habrá en la tierra. Entre más bacterias en la tierra, más enriquecimiento de las aguas subterráneas. Mientras más nutritiva el agua, más flores, y entre más flores, más abejas. Entre más abejas, más polinización y más semillas. Entre más procreación para todos, mi familia y yo seremos los más fuertes del bosque. Todos me dan muchos regalos que provienen de cosas que yo no necesito y que yo les doy. Todos contribuyen para que yo sea el más fuerte: los pequeños, los feos y muchos de los que ni siquiera sé dónde tienen la cabeza o la cola. Si yo alejara las lombrices porque no me gustan o porque no las entiendo, no podría ser nunca el más fuerte” (“Rompa la caja”, Cesa, Bogotá, 2005)



Inicialmente cada uno puede interpretar la fábula, aplicarla al trabajo en equipo y sacar conclusiones muy útiles para ponerlas en práctica en su ambiente de trabajo. Lo que parece claro a simple vista es que en el trabajo en equipo, si damos mucho obtenemos mucho, no sólo cuando damos o recibimos de lo que aparentemente no necesitamos o no necesitan los otros, sobre todo de lo que ellos y yo necesitamos. Unas y otras cosas y unos y otros resultamos beneficiados con ese intercambio.



En un   equipo hay que dar de lo que necesitamos y compartir cosas sustanciales, por ejemplo, los conocimientos, las experiencias, los objetivos comunes. Pero también dar y recibir cosas pequeñas, que aparentemente no tienen importancia, pero que a la hora de la verdad cuentan y ayudan al equilibrio dinámico del conjunto. Nadie es más que nadie en el equipo por su inteligencia,  conocimientos,  años,  dominio de las técnicas, estudios o posición: todos podemos y debemos contribuir en igual medida, según nuestra disponibilidad a colaborar, a construir algo en común. Podríamos resumir todo esto en cinco palabras fáciles de recordar, los cinco soportes fundamentales del trabajo en equipo:


 

•     comunicación,•     contribución,•     colaboración,•     coordinación•     consistencia.



1. COMUNICACIÓN


Un alto porcentaje de los problemas que se presentan en el trabajo en equipo son de comunicación. Es tan decisiva la buena comunicación que aún con un porcentaje menor de problemas, basta para entorpecer la labor y el rendimiento del equipo. La comunicación es siempre interpersonal y multidireccional: del director a sus colaboradores (descendente) de éstos al director (ascendente) o entre ellos mismos (lateral).



En una organización contemporánea hay que verla en forma multidimensional, donde cualquiera de las formas afecta a la otra y, a veces, operan simultáneamente   para que realmente   la   gente   comparta,  conozca   y actúe con una misma visión y por con propósito común.



La comunicación es transmitir información, ideas, opiniones, sentimientos, experiencias, objetivos o tareas. Comunicarse es entrar en contacto con otros a quienes normalmente conocemos, sobre todo en el mundo de la empresa, donde mejoraremos nuestra comunicación si conocemos bien a aquellos con   quienes   trabajamos,   pues   sabremos
 adaptarnos al estilo de cada uno (factores, maneras, modos o estilos de comportamiento).


 

Además de la palabra, hablada y escrita, nos comunicamos por medio de los gestos, de las posturas, de los tonos de voz del ritmo o entonación, del silencio, del vocabulario que utilizamos y, a veces de un lenguaje implícito o de un contexto que reconocen sólo los que están en el mismo ámbito.



En un equipo la comunicación busca el logro del objetivo común partiendo de la diferencia en las personas, de sus aportes individuales  y del compartir aprendizaje, procesos, tareas y relaciones siempre con la idea  de que en un equipo 1+ 1 es siempre mucho más que uno. El riesgo inicial en el trato con los miembros de un equipo es no conocerlos y, por tanto no   valorarlos suficientemente. Rudlow y Panton enumeran algunas razones por las que no valoramos bien a los demás:



•  Suponemos que se van a comportar del mismo modo en cada situación.


• Intentamos colocar a todo el mundo en categorías o en estereotipos).


•  Nos dejamos influir por las primeras impresiones.


• Nos   dejamos   influir   positivamente por    otras  personas       cuando compartimos algunas características, por ejemplo, la misma escuela, la misma función.


•       Permitimos      que      nos      influyan demasiado   las          situaciones aparentemente             negativas;        por ejemplo, si alguien no es muy bueno para tomar decisiones a corto plazo, suponemos que tampoco será bueno para planes a largo plazo.


•           Cometemos  errores  todo  el  tiempo debido          a    que    nuestros    propios marcos de referencia y conceptos de nosotros mismos son limitados.


•           No     estamos     lo     suficientemente interesados en otras personas y no les prestamos la atención suficiente.


a)   La   percepción   adecuada,   una   buena puerta



A veces nos ocurre que al integrarse un equipo  empezamos  a  reaccionar  diciendo: “yo con esta persona no voy a entenderme” o “Fulanita tiene una personalidad muy diferente de la mía, esto no va a ser fácil”. Independientemente de que el proceso de trabajar en equipo no sea algo fácil, lo vuelve más difícil anteponer prejuicios de ese estilo o creer que se trata de conocer la personalidad  del  otro  para  poder entendernos.



No es cuestión de enfrentarnos a la personalidad de los demás, ni es necesario convertirnos en psicólogos conocedores de los modos de ser de los otros. Tal vez sea más fácil observar su comportamiento y percibir que tienen diferentes maneras de expresarse y de actuar, lo cual en sí no es bueno ni malo. Lo importante es que mi percepción sea acertada. Con base en una percepción adecuada de las características de cada persona es más fácil coordinar el trabajo de todos y para cada uno conocer a los demás es buscar la mejor manera de encajar en el trabajo con ellos.



De hecho, a lo largo del tiempo distinguimos esas formas de actuar y nos adaptamos a ellas si queremos conseguir mejores resultados. Si, además, tenemos la oportunidad de conocer los aspectos claves del  comportamiento de  nuestros compañeros con base  en alguna prueba (por ejemplo el DISC u otra), eso nos sirve para corroborar o rectificar y ajustar esa percepción. Lo que hay que evitar es que nuestro modo de ver el mundo deforme nuestro modo de ver a las personas o que nos quedemos en un conocimiento superficial, aparente o meramente reactivo respecto a ellas.



b) Cada uno es cada uno




Hay gente muy habladora que le cuesta ponerse a hacer las cosas (por eso habla tanto); hay gente que es determinante en sus posiciones  y argumentos  y le  gusta  tomar decisiones rápidas para que las cosas se hagan; hay gente a la que le gusta influir en los demás para que ellos hagan pero no se someten a ninguna regla porque eso les aburre: hay otros que prefieren reflexionar previamente   antes   de   aceptar   cualquier

 


propuesta, analizarla muy bien, y después sí se ponen a   trabajar en ella; algunos sólo siguiendo las reglas sienten confianza en los demás o están decididos a ponerse a la acción. Así podíamos enumerar muchos más estilos o factores de comportamientos.



Por ejemplo utilizando el DISC se ve que hay personas que ejercen más marcadamente el pensamiento racional, que tienden a racionalizar  más,  y  que  se  centran  en  la tarea, en lo que hay que hacer (dominantes, determinantes)  frente a las que utilizan más el pensamiento emocional y las relaciones con la gente (influyentes, sociables), o que tienen más marcado el enfrentamiento a los cambios (estables, constantes) que quienes responden más a reglas o procedimientos (cumplidores, concienzudos).



A partir de ahí surgen una serie de combinaciones que reflejan matices de comportamientos diferentes. No quiere decir que alguien tenga un solo factor de comportamiento: los tiene todos pero unos más marcados que otros, y así se constata en la percepción de su comportamiento.



Conviene procurar distinguir los factores predominante en cada miembro del equipo y con base en las herramientas de la comunicación, saber tratar de cada uno su mejor contribución, esperando que ésta se dé dentro de ese cómo propio, en la marco de esas características dominantes en cada uno, y saber conjugar las intervenciones y aportes de todos, con base en sus valores más destacados evitando que los puntos débiles entorpezcan el trabajo conjunto.



Lo mejor es no dejarnos arrastrar por nuestros  prejuicios, o por  una  información incompleta, por las oposiciones entre los valores  de  los  demás  y  los  nuestros,  ni pensar  que  somos  mejores  que  ellos  por tales y cuales factores o que ellos lo son por lo mismo. Si entendemos que todos tenemos un poco de todo pero cuando actuamos se marca más el acento de unas características, factores o valores,    no hay lugar a prevenciones ni a confrontación por ese motivo, ni a resentimientos.


La   comunicación   en   un   equipo   fluye   y permite la eficacia de su trabajo en la medida en  que, superadas las primeras impresiones



que tenemos de los demás y percibidas las diferencias en su comportamiento, conocemos y entendemos a cada miembro del equipo y a partir de ahí podemos esperar de cada uno una forma de colaboración diferente, no sólo por sus conocimientos o funciones sino por su modo característico de actuar.



Si no hacemos eso los trataremos en forma igual a todos, pensando que eso es lo equitativo y resulto que lo justo es trabajar con base en ellos respetando las diferencias y adaptándonos a ellos. Para trabajar en equipo hay que adaptarse a los demás, no haciendo que los demás se adapten a uno.



c) Lo que pone en peligro la comunicación



Cuando no se establece una adecuada comunicación el trabajo en equipo se hace casi imposible porque no se logra la participación equitativa y se degenera en una contribución inequitativa, en faltas de colaboración, en atentados contra la coordinación y finalmente en la no consecución de los objetivos que se buscan, con lo que se viene abajo la consistencia del equipo. En una simple enumeración podrían mencionarse estas amenazas:

•     Desinformación,
•     Manipulación de la gente,
•     Percepción parcializada,
•     Desbordes emocionales,
•     Prepotencia,
•     Falta de autoridad,
•     Predominio de las diferencias,
•     Temor a decir la verdad
•     Falsedad
•     Deslealtad.

Aplicando por analogía al equipo lo que Ferreiro y Alcázar llaman bases de la comunicación como vehículo de la verdad en la organización, se requiere:

•     Pensar bien,
•     Tener un conocimiento verdadero del grupo y su entorno,
•    Transmitir  con  fidelidad  lo  que  se piensa,   de modo   que   toda   las personas entiendan y
•      Actuar bien, o sea que las acciones del        miembro    del    equipo    sean
 



coherentes  con el pensamiento y con la palabra dada.


El trabajo en equipo se aprende. No hay que escudarse pensando que uno no ha nacido para trabajar con los otros en la búsqueda de un objetivo común. Esa es la mejor disculpa para justificar el aislamiento y para dificultad la comunicación

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