LA LABORIOSIDAD COMO VALOR INSEPARABLE DEL TRABAJO

Jorge Yarce

Es  la diligente realización  del trabajo  (o  el estudio) con dedicación, energía, orden y constancia, con miras a que se cumplan los resultados esperados.



La persona es un ser trabajador por naturaleza. Desde la más temprana infancia se  nos  enseñe  a  trabajar,  al  principio  en forma muy elemental y fácil, casi como jugando, paralelamente al desarrollo de nuestras habilidades físicas.



Ser  laborioso  es  ser  buen  trabajador,  bien sea que ese trabajo sea estudiar u otra actividad intelectual o manual. El trabajo no es algo accidental. En él se nos va al menos la tercera parte de la vida y debemos aprovecharlo muy bien, hacerlo productivo y generador de satisfacciones personales



La laboriosidad implica:


• Preparación profesional
• Dedicación seria y permanente
• Conocimiento de objetivos y metas
• Disponer de los medios adecuados
• Horario fijo
• Empezar y acabar a tiempo
• Informar a quien toca de lo que vamos a hacer o ya hemos hecho
• Cuidar la salud y el descanso
• Ver nuestro aporte al conjunto




La laboriosidad exige una actitud determinante, decidida, inteligente y activa, que   compromete con lo que se hace y con quienes  se trabaja y para quienes se trabaja.




Ayuda a conseguir la calidad de vida de la persona y de su entorno.



“No es el sentirse bien en el trabajo lo que nos hace buenos. Más bien es el volvernos buenos en el trabajo lo que nos hace sentirnos  bien  respecto  de  nosotros mismos” (R. O’Connor).



Si el trabajo enriquece a la persona, la hace sentirse mejor, le permitirá ser eficiente (manejo  de  instrumentos,  método)  y  eficaz (resultados positivos). Cuando tenemos bien claro para qué trabajamos:


• Se supera la rutina tediosa,
• Se alejan la apatía y la indiferencia
• Se tiene la cabeza en lo que se hace
• Logramos mejor el equilibrio personal
• Tenemos deseos de servir mejor
• Se aprovecha mejor el tiempo
•  Hay prioridad en las tareas a realizar



Características del trabajo bien hecho:

– Hacer todo bien desde el primer momento.


– No dejar las cosas empezadas ni comenzar varias al tiempo.


– Una vez dispuestos los elementos de trabajo, arrancar a trabajar sin dilaciones.


– Concentrarse en la actividad que nos corresponde evitando el mariposeo y el distraerse o interrumpir a los demás.


–  Ser constante, sobre todo cuando llega el cansancio   o   cuando   nos   sentimos   con menos  ganas  de  trabajar.  Es  muy  bueno hacer las cosas con ganas, pero a veces toca hacerlas sólo por sentido de responsabilidad


– Hacer primero lo principal y luego lo secundario.


− Evitar la precipitación: dedicar unos minutos antes de empezar a planificar bien las acciones del día y luego seguir ese plan con afán de llegar a todo lo previsto en él.


– Si cometemos un error, reconocerlo enseguida, si caemos en la cuenta o no lo dicen. E intentar de nuevo aquello mismo,  si es necesario consultando por si nos hacen otras observaciones o para aclarar la causa del   error.   Cuando   el   error   proviene   de intentar hacer bien las cosas, se saca algo positivo, se adquiere experiencia.


–   Tener   siempre   presente   estos   pasos: planear, ejecutar, y evaluar lo realizado.



 – Todo trabajo implica prestar un servicio, directa o indirectamente, y siempre se puede servir mejor, incrementar la calidad de lo que se hace.


– Competitividad: que pueda compararse con el de otras personas y  ser elegido como el mejor. Hay que pensar en que al ver el resultado todos los interesados estén satisfechos.


–“Hacer lo que se debe y estar en lo que se hace”.  Poner los cinco sentidos  en lo  que estamos realizando.


– Si el trabajo de otros depende de nosotros, no basta con decir las cosas: hay que hacer que   se   hagan.   La   efectividad   se   logra diciendo y haciendo.


– Estar en los detalles: de presentación, de trato cualitativo, personalizando la atención, de terminar bien todo, incluso aquello que no se ve. Recordar que: “Lo más grande van sin reparo con lo pequeño. Lo mediocre va solo” (Tagore)



– Disponibilidad: que puedan contar con uno siempre.



– Perseverancia en el empeño: lo fácil es empezar, lo difícil, perseverar en la tarea.


La laboriosidad está estrechamente ligada al estudio y el trabajo, porque estas son actividades que implican determinados deberes y responsabilidades.    En el estudio es importante cultivar una constante dedicación como ocurre con un trabajo profesional.



La laboriosidad envuelve el valor del cumplimiento. Es decir, la laboriosidad, además de movernos a hacer bien las tareas, a realizarlas a cabalidad y a terminar lo comenzado, hace que nuestro  cumplimiento no sea un “cumplo y miento”: digo que voy a hacer algo y, a la larga, termino no haciéndolo,  me  engaño  a  mi  mismo  y  no logro el objetivo que buscaba. Sólo con una diligencia acendrada en el esfuerzo diario se logra  el  cumplimiento  responsable  y generoso en el trabajo.



La diligencia es un valor muy unido a la laboriosidad,  es  parte  de  ella.  Su  sentido etimológico indica que se trata de amar, pero con rapidez, con prisa para que se vean los resultados.   La   persona   diligente   no   le escurre el hombro a las responsabilidades que le llegan a causa del trabajo, por muchas que sean. Aguanta una buena carga, no se queja, ofrece y busca colaboración.



Contribuye   a  la  laboriosidad  el  mirar  la propia tarea con mucho sentido profesional pero también con espíritu deportivo, descubriendo en ella la alegría de vivir, de estar pudiendo contribuir a una organización con toda la capacidad personal.



También  está  muy  vinculada  a  la laboriosidad la constancia. Es la clave apara no abandonar la tarea ante las dificultades, para no dejar las cosas a medias, para recomenzar todas las veces que sea necesario. La persona inconstante, no perseverante en sus propósitos y en su trabajo, demora mucho más en llegar al logro que la que vive este valor.



Implica acabar lo que se inicia, poner las últimas piedras. Los quiebres en la actividad provienen muchas veces de que se inician las cosas con cierta intensidad y entusiasmo y luego se va descuidando progresivamente.



También   es   interesante   destacar   que   el motor impulsor de la constancia como parte de la laboriosidad es la motivación de la voluntad para hacer las cosas contra viento y marea, con salud o con enfermedad.




Hay también una estrecha relación con el aprovechamiento del tiempo y con la estabilidad a través del paso de los días, meses y años. Si no, es difícil lograr los propósitos y metas de la tarea profesional. Si yo abandono la tarea a la primera de cambio, ya estoy derrotado. Hay que tener paciencia.



La falta de concentración, de fijeza en lo que hacemos puede afectar igualmente los resultados de nuestra labor. El deseo de cambio, de innovar son algo muy deseable, pero no pueden ser un escape para dejar de hacer lo que se está haciendo en este momento.




La laboriosidad supone, finalmente, vencer la comodidad y la pereza mental que nos aparta de una disciplina seria en el trabajo.

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