Jorge
Yarce
1. El
trabajo es ley
de vida, cuyo cumplimiento es esencial para la
persona. Como dice la
Escritura: “El hombre fue creado para trabajar como el ave para
volar” (Génesis). Y Dios le entregó “este mundo tan hermoso ‘con el fin de que
lo trabajara y lo custodiase’ (Libro de Job)”.
2.
El hombre se encuentra con la misión que le fue confiada de “construir” el
mundo, con el cual tiene una relación de dominio, así como respecto al Creador
la tiene de subordinación y frente a los demás hombres de coordinación o
convivencia.
3.
El hombre se realiza en el mundo trabajando y mediante ese esfuerzo permanente,
en cierta manera, llegar
a ser más hombre (Juan Pablo
II). Es decir, es tal la importancia y
dignidad del trabajo, que resulta casi imposible que el hombre pueda ser feliz
sin trabajar y
sin hacer de ese
trabajo una tarea
en la que
encuentre impresa una huella divina, porque al trabajar, el hombre está
cumpliendo un mandato de Dios.
4.
Para la valoración del sentido del trabajo es importante recalcar que todos los
valores que tiene en
sí mismo como
actividad humana proceden, en último término, del hecho de ser una
participación en el poder de su Creador, lo cual le da una capacidad de
configuración libre y dinámica.
5.
Dentro de una visión cristiana: “Se trata de un medio necesario que Dios nos
confía aquí en la tierra, dilatando nuestros días y haciéndonos partícipes de
su poder creador, para que nos
ganemos el sustento
y simultáneamente recojamos frutos para la vida eterna (J. Escrivá)
6.
El trabajo es una dedicación determinante del hombre a un quehacer o despliegue
de energías para producir bienes o servicios, normalmente con valor económico,
en cualquier campo de la actividad con miras a su perfeccionamiento y al de la
sociedad.
7.
Posee un valor cósmico y social, humano y
sobrenatural. Es acción
creadora, no pasiva o
receptiva. Es derecho
y deber. Busca bienes materiales
y espirituales. Conduce al perfeccionamiento continuo y a la calidad de vida de
la persona.
8. Si
el trabajo no
lleva al hombre
a la plenitud de su ser, a la
satisfacción íntima y a la armonía existencial, deriva fácilmente en un trabajo
“mercancía”, en el cual es explotado, o en un activismo que hace explotar por
dentro al hombre, debilita su personalidad y lo agota y condena a una rutina
despersonalizada.
Apertura
a lo trascendente
1.
El trabajo exige de parte del hombre una actitud determinante, inteligente y
activa, que lo compromete con el mundo y con las otras personas, abierto a lo
trascendente, es decir a lo que va más allá de cumplir una tarea técnicamente
bien y obtener un medio de subsistencia. Es decir, a servir, y a amar los demás
2.
“El sentido del trabajo viene iluminado por el
sentido cristiano de la vida;
la comprensión de la
fatiga humana depende de la comprensión de la vocación con
que Dios llama al hombre al Bien, con todas sus fuerzas, en todas sus obras. El
hombre es el fin del trabajo,
pero el fin
del hombre es Dios: el significado del trabajo supera,
pues, al trabajo mismo y lo libera” (J. Escrivá)
3.
Lo anterior hace ver más claro todavía que el trabajo no es un fin en sí mismo,
tiene valor de medio y por eso el hombre puede hacer de él un instrumento de
perfección o de desajuste existencial, de desgracia. El hecho de trabajar no
basta. Además: “El trabajo más importante no es el de la transformación del
mundo sino la transformación de nosotros
mismos, para ser cada vez más
parecidos a la imagen de Dios que el Creador ha inscrito en nuestro ser” (Juan
Pablo II)
4.
El trabajo ofrece unas perspectivas indefinidas como materia consistente para
la plena realización del hombre. Reducir el trabajo sólo a su función
económica, o a un simple
factor que se suma al capital es, por lo menos, falta de visión, volar a ras de
tierra.
5.
“Proponer al hombre -son palabras de Aristóteles- solamente lo humano significa
desconocer la grandeza
del hombre”. Y ¿cómo
logra el hombre trascender desde el trabajo?
Ante todo, amando
su trabajo, considerándolo
como el camino más importante de que dispone para ser feliz.
6.”Cuando
un cristiano (podríamos decir: cuando cualquier persona) desempeña
con amor la más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa
de la trascendencia de Dios” (J. Escrivá).
7.
Poniendo amor en el trabajo, éste adquiere una dignidad inigualable. El hombre
pasa a ser verdadero señor del universo, a administrarlo con visión de
totalidad, desde la que adquiere
sentido y brillo
todo lo demás. Le da consistencia
y proyección a su vida porque conquista el mundo.
8.
Si el trabajo enriquece espiritualmente a la persona, constituye un dique para
contener el activismo, para darse cuenta de que la mayoría de las veces el
problema clave no es ser eficaces, producir resultados, sino enriquecerse
interiormente con el propio quehacer.
O sea, ser
efectivos como personas y como
miembros de una sociedad.
9.
Lo que hace falta es que “la espiritualidad cristiana del trabajo llegue a ser
patrimonio común de todos...la conciencia de que, a través del trabajo, el
hombre participa en la obra de la creación, constituye el móvil más profundo
para entenderlo en sus varios sectores” (J.Pablo II)
¿Por
qué la unidad de vida?
1.
“La separación entre la fe y la vida diaria, que se evidencia en muchas
personas, debe ser considerado como
uno de los
más graves errores de nuestra época” (Vaticano II). Afirmación
indispensable a la hora de entender por qué debe haber un hilo conductor a
través de todo lo que hace el hombre, una finalidad o misión que va más allá de
cada hombre: devolver al Creador lo que él le dio a cada uno. Ponerlo en la
órbita de la búsqueda
de un sentido
superior, porque el
dejarlo en el
mero ejercicio rutinario de una
tarea profesional, es hacer que sea únicamente fuente de fatiga.
2.
La unidad de vida consiste en hacer del trabajo una fuente de vida interior, de
enriquecimiento del entendimiento y la voluntad, de los sentimientos y de las
actitudes del hombre ante la vida, dándoles una referencia fundamental, un
motivo trascendente. De lo humano nos elevamos a lo divino y desde lo divino se
mejora lo humano, la categoría de quien lo realiza, su forma de hacer más
perfecto los resultados del trabajo, el ambiente en el que se realiza.
3.
El trabajo hecho con unidad de vida nos hace mejores y nos hace mejorar lo que
hacemos. Es ésta una manera de condensar en un dinamismo operativo integral los
aspectos subjetivo (lo que queda en mí, mi crecimiento) y objetivo del trabajo
(el resultado externo de lo que hago).
4.
“Es toda una trama de virtudes la que se pone en juego al desempeñar nuestro
oficio, con el propósito de santificarlo: la fortaleza para perseverar en
nuestra labor, a pesar de las naturales dificultades; la templanza, para
gastarse sin reservas y para superar la comodidad y el egoísmo; la justicia
para cumplir nuestros deberes con Dios, con la sociedad, con la familia, con
los colegas; la prudencia, para saber en cada caso qué es lo que conviene
hacer, y lanzarnos a la obra sin dilaciones...”(J. Escrivá)
5.
Con las virtudes enunciadas, llegan posteriormente otras que nos facilitan las
relaciones humanas, la
amistad, la cordialidad en
la convivencia, la laboriosidad, la sinceridad de vida, la
sencillez, la solidaridad, la flexibilidad: Y los primeros beneficiarios son
los colegas de trabajo, luego la familia, los amigos, los grupos sociales a los
que pertenecemos.
6.
La unidad de vida es conectar interiormente, darle un hilo conductor al
trabajo, al descanso, a la vida familiar, a las relaciones sociales, a las
relaciones sociales, a la oración y a la práctica de la fe en sus diferentes
dimensiones: en una palabra darle un significado trascendente y sobrenatural a
todo lo que hacemos.
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