DEL “HACER” AL “SER”

Jorge Yarce

Aclaro primero el significado básico que doy a estos términos para facilitar la comprensión de las explicaciones posteriores:




HACER: Acción humana que produce un resultado: pegar unos ladrillos, hablar con alguien,   atender   a   un   cliente,   estudiar   un balance, poner a funcionar una máquina, jugar un partido de fútbol, etc.  No es necesariamente algo material. Es el hacer en general, lo más básico como tarea que se realiza casi de forma inconsciente y repetitiva.



TENER: Fruto  del  hacer: dinero,  cosas materiales u otro tipo de resultado. Aunque, además de cosas, yo puedo tener sentimientos, conocimientos o virtudes, aquí tomo la palabra en su significación de resultado práctico inmediato y casi siempre económico o material.



OBRAR: Interiorizar  lo  que  se  hace.  Hacer dotado  de  sentido.  Soy  consciente  de  lo  que hago y lo incorporo a mí. Controlo lo que hago. Conecta con mi conducta, es decir, me lleva a plantearme si lo que hago está bien o mal. Tiene que ver con la dimensión ética de la persona.



SER: No es el mero hecho de existir, o ser individuo o persona como punto de partida. Es lo que  vamos  siendo,  la  personalidad  que logramos a través del tiempo. Es lo que aspiramos a ser, el norte, el fin superior, aspirar a ser más, a ser mejor (felicidad o plenitud personal).  En ese sentido, puedo decir que “no soy lo que hago, ni lo que tengo,   sino lo que quiero ser”. Ser es algo más espiritual, no es sólo existir biológicamente. Es algo mucho más relacionado con las motivaciones profundas de logro, de querer, de libertad.



HACER



1. Responde a la pregunta “¿qué estoy haciendo?” o a la expresión “voy a hacer algo”. A veces es algo que se hace maquinalmente, en forma casi automática, sin pensarlo. Igualmente es lo que significa exclamar: “hoy no he hecho nada” queriendo indicar que se hicieron cosas pero   que   les   ha   faltado   el   sentido.   O simplemente hago porque me gano la vida haciendo algo. O hago lo que me gusta porque me gusta. O sencillamente recibo ingresos por lo que hago. ¿No sería posible pensar en otro tipo de ingresos?



2. El que hace, se puede quedar en lo que hace y  no  lograr  nada  más.  El  simple  hacer  no requiere por sí mismo un empeño consciente. Basta encadenar acciones que van tras de los mismos resultados.   Eso puede llevar a la rutinización o a la mediocridad. O a un permanente hacer, hacer, hacer…al activismo como forma de vida, al trabajo como una adicción. Además, yo no soy lo que hago, soy mucho más.



3. En ocasiones, las circunstancias del trabajo, la cultura de la organización, o el estilo de vida, nos llevan a hacer las cosas sin darnos cuenta, como   si   dependiéramos   de   algo   que   nos obligara  todos los días a hacer lo mismo, de la misma forma. Por eso no tenemos tiempo para pensar, como si se tratara  de  un lujo.  Es  un hacer sin darse cuenta, impuesto por una determinada cultura, un medio que condiciona y que esclaviza, que impone estilos de comportamiento, modas a seguir ciegamente.


Por eso, puede ocurrir que:


− A uno lo vayan “haciendo”, en cuanto lo consideran como una ficha, un elemento de productividad, un número más.



− El trato refleje expresiones como: “Aquí sólo estamos para hacer dinero”, “aquí lo importante es vender”, “los negocios son los negocios”.




− A veces lo que más importante sea producir resultados económicos y que lo que le pase a uno por dentro sea un problema sólo de uno.



Cuando se pregunta por alguien, es frecuente que responda diciendo lo que hace esa persona, no lo que es.  O incluso no se dice lo que hace sino lo que tiene: vive en tal barrio, es muy rica, viaja mucho. A veces ni siquiera se dice lo que esa persona hace sino, simplemente, cómo luce, cómo viste. Son usos sociales que revelan problemas de fondo: nos quedamos con la “máscara”  (ese  es  el  significado  original  en griego de la palabra persona) y se nos escapa el ser de la persona.




Palabras que identifican el hacer: acción, moverse, hablar, estar, producir, sentir, rendir, afanarse,  cansarse, activismo, rutina, técnica


TENER


1. El hacer, sobre todo en forma de trabajo, nos facilita adquirir cosas, tener dinero o disponer de otros bienes o medios. Se puede hacer y tener mucho pero ser poco. Teniendo cosas no llego a ser. Al ser sólo se llega desde el espíritu.



2. Hay personas que tienen mucho y, sin embargo, sienten que no son (felices), son poco en realidad. También puede ocurrir que confundan tener éxito económico con ser feliz. Pero una cosa es la felicidad como plenitud del ser, cuyo contrario es el vacío interior, y otra cosa es tener éxito, que es compatible con estar vacío, como puede ser compatible estar fracasado económicamente con estar interiormente pleno. El fracaso profesional no es sinónimo de infelicidad.



3. El ser humano tiene muchos problemas cuando no tiene determinadas cosas. Pero su verdadero problema, no es no tener, sino no querer,  no  obrar  bien,  no  amar,  no  dar  o  no servir, que son formas de no ser lo que debería ser. O tener sólo cosas materiales, no conocimientos y valores, con los cuales su tener hace posible que el hacer se convierta en obrar, y que las cosas no sean lo más importante.



4. A veces se dice de una persona que lo tiene todo, pero no tiene lo más importante, es decir, su felicidad, su equilibrio interior, su adecuada relación con los demás. El tener lo básico y fundamental, no lo accesorio y superfluo.



5. Quien sólo tiene cosas, cada vez quiere tener más cosas. En cambio que tiene conocimientos y valores, quien está en el camino del ser, a veces necesita desprenderse de las cosas para poder lograr su equilibrio interior En el fondo, la confusión que está detrás de todas las demás es la de TENER con SER.


Eso pasa cuando:


−   Los medios, se convierten en fines.

− Nos entregamos al hacer y al tener descuidando nuestro crecimiento interior

−    No le dedicamos tiempo a actividades que ayudan al equilibrio: lectura, conversación, meditación, preocupación por los demás…


Hay que saber tener, saber usar y disponer de las cosas, sin vivir pendiente de ellas o sometido a  ellas.  Conocerlas,  usarlas,  disfrutarlas,  pero sin compartir nuestro ser con ellas.


El predominio del TENER hace que “personifiquemos” las cosas (les damos demasiada   importancia,   las   queremos,   se vuelven indispensables, se meten en el corazón en forma exagerada) y, por otra parte, “cosificamos” a las personas, las tratamos mal, las   olvidamos   o   somos   indiferentes   a   su felicidad.


Si el trabajo lo pensamos sólo en función de lo que nos permite tener desde el punto de vista material, se pierde su verdadero sentido, y eso es causa de muchas frustraciones, cansancios y angustias. El trabajo hay que aprender a serlo a gusto: hacer lo que me gusta porque me gusta pero existo ocurre porque lo hago bien.


Palabras que identifican   el tener: hacer, dinero, poseer, éxito, consumo, imagen, poder, posición, gastar, moda, dominar, placer.


OBRAR


1. El hacer produce unos resultados externos a mí, y se convierte en obrar cuando interiorizo lo que hago, lo vuelvo mío, me pertenece y lo controlo. No dejo que me desborde o me convierta en un simple activista


2. Lo que miro en el obrar es lo que queda en mí (permanece ahí, es inmanente), no lo exterior sino  el  producido  “interior”  de  la  acción  para quien hace determinadas cosas: por ejemplo, la riqueza subjetiva y espiritual del trabajo, la satisfacción íntima, mi progreso interior, mi perfeccionamiento profesional.


3. Me refiero al trabajo como la forma de hacer y de obrar que nos ocupa más tiempo, pero no quiere decir que sea la única (obrar es jugar, es amar, es servir, es realizar otras actividades diferentes al trabajo).


Cuando yo no logro convertir lo que hago trabajando en obrar, entonces lo que cuenta son sólo los resultados cuantificables, lo que entra en el ámbito de la producción, lo que está bajo la “dictadura” de los números, de lo económico, de lo administrativo-contable. Y resulta que los factores relacionados con mi satisfacción en el trabajo son mucho más importantes.




− Para obrar:


− Hay que con poner   los cinco sentidos en lo que se hace (concentración, intensidad, orden).


− Hay que unirle a lo que se hace el sentido: lo que se busca, lo que se quiere, lo que se logra, lo que me afecta a mí y afecta a los demás.


− Actuando éticamente, poniendo en práctica determinados principios y valores que dan consistencia a la conducta.


El punto clave para quien de verdad obra,  no es sólo hacer, ser eficaz, eficiente, o efectivo (producir  resultados  lo  antes  posible  y  de  la mejor forma), sino mejorar como persona para hacer mejor las cosas en el  trabajo. El obrar apunta siempre al logro, a la integración estable de lo obtenido externa e internamente.


El riesgo que se corre es muy claro: tener todas las capacidades y habilidades necesarias para producir, para generar resultados, pero si lo que queda en la persona es únicamente la fatiga del trabajo, ahí empiezan los problemas interiores:


- Desdoblamiento, una doble vida: por un lado el trabajo y por otra mi realización personal.


- Cansancios y perezas mentales.


- Desencantos   con la vida de trabajo, cuando pasan muchos años de estar haciendo lo mismo.


A veces se desconoce la causa de esos males, desesperamos en su busca, o acabamos por pensar que es el destino que nos tocó y que no hay nada que hacer al respecto. Todo lo contrario. Temprano o tarde nos tenemos que preguntar por el sentido de lo que hacemos, si avanzamos, si crecemos como personas, o si el hacer, el trabajo por ejemplo, nos vacía interiormente, nos deja sin fuerzas, nos produce una insatisfacción vital.



Al obrar, damos calidad al trabajo e iluminamos todo lo que hacemos con el sentido de la vida, porque no sólo es bueno el trabajo en sí, sino que la bondad se da dentro de nosotros mismos y se proyecta a los demás: “No es el sentirse bien en el trabajo lo que nos hace buenos. Más bien es el volvernos buenos en el trabajo lo que nos hace sentirnos bien respecto de nosotros mismos” (R. O’Connor).


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