Dar
a cada uno lo suyo, lo que le corresponde en virtud de su dignidad, de lo que
es equitativo en razón de su esfuerzo o trabajo y de lo que supone el ejercicio
de sus derechos y el cumplimiento de sus deberes.
El
derecho, que busca como objetivo principal la justicia, es un sistema regulador
de la convivencia, con fuerza coactiva para hacerla realidad.
Aquí no nos
referimos tanto a ese concepto, que podemos denominar objetivo de la
justicia, sino más bien al significado subjetivo, a lo que está más en
la persona y
en sus resortes morales para hacer valer la
justicia. Se trata de un valor ético en el que tienen un papel decisivo la
conciencia y la libertad para descubrirlo y vivirlo. “La excelencia moral surge como
resultado de un
hábito: llegamos a ser
justos, haciendo actos justos.” (Aristóteles)
En
la justicia es vital la consideración del bien de la otra persona. Es un valor
claramente interactivo, donde lo que está en juego afecta a un tercero. Y parte
también de la idea fundamental de que ese tercero tiene el mismo derecho que
yo, está en un plano de igualdad. Por eso, por ejemplo, cuando alguien presta a
alguien un libro o un objeto cualquiera
que es de
su propiedad, el otro debe restituirlo porque el pacto tácito que hay es
el equilibrio entre lo que el uno da y lo que el otro recibe, quien esta
obligado a devolver o a restituir si es que lo pierde por descuido. Lo mismo
ocurre cuando se presta un dinero o se
compra algo. Pero yo puedo estar obligado no sólo en ese nivel sino también con
el grupo al que pertenezco, la empresa por ejemplo y, a su vez, ella conmigo.
La
justicia implica un entramado de relaciones: de las personas entre sí, del
grupo con ellas y de ellas con el grupo. Las
normas, en un
principio, se pueden captar
sólo como reglas
del juego que existen en las relaciones humanas. Basta que
al impulso de coger algo ajeno con la creencia de
que puedo hacerlo
sin consecuencias me haga caer en cuenta de que eso
no es mío, tan
sólo porque hay unas cosas sobre las cuales yo ejerzo el derecho de propiedad y
otras sobre las cuales lo ejercen los demás.
Al
comienzo la razón, que yo siento pero no entiendo, podría ser sólo el no
categórico de la voz de
mi jefe o
de alguien que me
explica la regla del respeto a lo ajeno.
En
una organización hay frecuentes situaciones
de injusticia. Por
ejemplo, cuando la carga del trabajo está distribuida de forma
inequitativa, porque a
unos les toca más
que a otros, dado
que algunos rehuyen el peso del
trabajo y los jefes van depositando en los hombros de los que sí reponden la
mayor parte de los asuntos. De ese modo se genera una injusticia que hay que
corregir. No se corrige al contar con los que sí colaboran y dejar a los otros
tranquilos. Hay que buscar medios
para que, descubierta la situación, se le ponga remedio lo antes
posible.
Lo
que importa es descubrir la otra parte: la igualdad que establece el
equilibrio, que los que descansaban su trabajo
en el trabajo de sus compañeros aprendan a reconocer los derechos de los
demás y a tener un sentido completo, no parcializado, de lo que supone la
justicia, o sea, equidad en el trato, exigencias de un lado y otro, no de forma
unilateral. Como ocurre con la libertad y la responsabilidad, que no se pueden
manejar la una sin la otra.
La
justicia hay que verla como un valor que nos permite aprender a actuar de
manera justa en las diferentes circunstancias y con las diferentes personas,
teniendo en cuenta su correspondiente situación y los derechos peculiares que
esa situación conlleva. Por ejemplo, comprender que el respeto a nuestros compañeros
supone un trato equitativo entre iguales. Como tiene que haberlo en la sociedad
con los niños, los ancianos y todos
aquellos que son
más vulnerables. Yo en ese caso
no puedo tratarlos igual que lo hago con los de mi casa, con mis colegas o amigos.
Tengo que ser consciente de la peculiar situación de desequilibrio en la que
ellos se encuentran y contribuir a repararla.
Es
propio del valor justicia reponer el desequilibrio cuando se presenta como
fruto de un error o una equivocación, voluntaria o involuntaria, al actuar.
Entonces
el remedio está en la disculpa, en poner una acción positiva que contrapese la
negativa. Una de las maneras de vivir la justicia, si se empieza por uno mismo,
es rectificar la intención de lo que hacemos y rectificar con los demás ya sea
que se trate de una ofensa hacia ellos o de un acto injusto.
Formas
de vivir la justicia con los demás
Respetar
los bienes ajenos, de todo tipo, empezando por la honra
Evitar
la parcialidad en el trato sin dejarme llevar por las simpatías
Cumplir las
propias funciones y
ayudar a que los demás cumplan
las suyas.
Ser
leales con la empresa, los colegas de trabajo y los clientes
Decir
siempre la verdad, que a la larga se impone por encima de todo
Cumplir
los propios deberes con generosidad, avanzando más allá de lo que constituye
obligación estricta.
Ser
solidarios con los demás, con mayor fuerza en la adversidad.
No
dar pie a habladurías, murmuración, chismes o difamación.
Actuar
con transparencia en todos los procesos
de modo que
nuestra actuación sea a prueba de
cualquier indicio de corrupción.
Exigir
justicia a la empresa con uno y, a la vez, exigirse a sí mismo para ser justo
con la empresa.
En forma
progresiva, se descubre
y se ayuda a consolidar la idea
de que formamos parte de grupos sociales que establecen sus reglas o ya las
tienen de tiempo atrás, y que la
justicia consiste en ajustar
la conducta social a esas reglas.
Así como en la familia hay acuerdos tácitos
y explícitos, moderados por los
padres, en la educación y en la empresa, también se dan esos acuerdos y cada
persona actúa en ellos como compañero, colega o amigo. No es necesario romper
las distancias que deben existir sino aquelllas que no deberían existir,
provenientes de una discriminación basada en la posición social, en el cargo
ejercido de manera autoritaria, en hacer cumplir las cosas porque están
mandadas, no porque sean razonables en sí mismas.
La
justicia lleva a defender los derechos de los demás hasta el punto de
comprometerse en causas que signifiquen una protesta consistente y firme para
la defensa de los derechos humanos de quienes están siendo vilipendiados en
diferentes formas (explotación económica indebida, abusos sexuales, violencia
intrafamiliar, violencia armada,
falta de igualdad
de oportunidades). “La injusticia, dondequiera que se dé, es una amenaza
a la justicia en todas partes.” (Martin Luther King, Jr.)
Hay
que combatir antivalores como la parcialidad, la deslealtad, la deshonestidad,
la prepotencia en el ejercicio de los cargos que genera el trato injusto, la
arbitrariedad, la impunidad que señala una deficiencia profunda en el ejercicio
de la autoridad que debe garantizar la justicia. Igual de importante es hacer
ver que la injusticia social recae sobre todos tanto por sus causas como
por la búsqueda
de soluciones. La justicia va acompañada de valores como la equidad, la
lealtad, la solidaridad y el respeto.
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