Jorge
Yarce
El
camino de las soluciones a la difícil situación económica que vivimos tiene que
ser totalmente contrario al que llevó a la recesión económica global:
“Ahora,
esa pirámide, perniciosa e inmoral, ha colapsado. Es necesario pensar en un
modelo que pueda reemplazar al actual. No estoy proponiendo reemplazar el
actual ya. Ni romper todo sin pensar en las consecuencias. Y tampoco tengo
soluciones prefabricadas. El cambio tiene que ser evolutivo. Un nuevo modelo
surgirá. Y no puede basarse totalmente en
el lucro y el
consumismo” (Mijail Gorbachev
en “La crisis económica
mundial”, Quintero Editores- Oveja Negra, Bogotá, 2008 (citado varias veces
aquí).
Aquí
se requiere un nuevo liderazgo a nivel mundial, regional y local para afrontar
la situación. Y nuevos proyectos políticos, económicos y financieros, porque
los modelos anteriores se agotaron y dieron al traste con la economía
tradicional. Hay que estrujarse la cabeza
hasta hallar esos nuevos caminos.
“La
caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del
muro de Berlín fue para el comunismo. Dice el mundo que esta forma de
organización económica no resulta ser sustentable. En este momento es una clave
que parece indicar que las pretensiones de liberación del marcado
financiero eran falsas. Pero está
claro, como dice este autor, que “ninguna economía moderna puede funcionar bien
sin un vibrante sector financiero (Stiglitz).
Todas
las voces autorizadas son de arrepentimiento por los excesos del capitalismo y
por el manejo de las grandes decisiones a nivel de USA y Europa. Todo el
mundo andaba muy
alegre con los resultados en alza de los mercados
financieros y sus
altísimos rendimientos, viendo
cómo sacaban tajada para su propio provecho.
Lo
interesante de esta recesión y de la urgencia en un cambio de las directrices
de la economía y de los dirigentes de la misma es que no vino por un golpe
externo ni por el terrorismo, sino por
el sistema financiero que explotó por dentro.
Pero
el sistema falló porque fallaron las personas desde sus actitudes y valores.
El problema es
más de fondo
Una
persona que expresa esto con clarividencia es George Soros: “Lo que estamos
viendo no es el resultado de un choque externo que derribó el equilibrio, como
habría de sugerir el paradigma prevaleciente,
que cree que
los mercados son
auto-corregibles. La realidad es que los mercados financieros son auto- desestabilizantes;
ocasionalmente tienden al desequilibrio, no al equilibrio.”
“El
paradigma que propongo difiere del tradicional en dos sentidos. Primero, los
mercados financieros no reflejan las bases económicas reales. Las expectativas
de los inversionistas y de los corredores siempre las están distorsionando.
Segundo, las distorsiones de los
mercados pueden afectar a las
bases, como hemos visto tanto en burbujas como en caídas. La euforia puede
levantar los mercados de la vivienda y de
las compañías.com; el
pánico puede hacer caer sólidos
bancos”.
Algunas claves
concretas
Jon Azua
habla de rescatar
instrumentos que parecían desechados por el “pensamiento único”
imperante en el mundo, que hacía que los organismos
multilaterales se dedicaran
a una farmacopea de lo más
inocua.
Instrumentos
como: importancia del liderazgo, autoridad y participación de los de los
gobiernos en la economía; observar el mercado como un sistema que debe
regularse, controlarse y ponerse al servicio de objetivos sociales; importancia
de la economía real; evidentes
diferencias entre los países,
para los que no valen las recetas comunes; trabajo mancomunado entre el sector
privado y público para abordar las iniciativas del desarrollo.
E
indica, entre otras, cinco herramientas que resultan de un valor y actualidad
innegables a la hora de recomponer el camino de salida a la crisis, sobre las
cuales vale la pena reflexionar aplicándolas a los casos concretos de cada país
y de cada empresa:
a) Volver a la economía real supone
resituar la creación de
valor en el
corazón del modelo de negocio
empresarial. No es posible ni el
crecimiento acelerado ni el
éxito empresarial sin hacer algo diferente.
b) Repensar el sistema financiero como
un elemento esencial al servicio de la economía real y no como un ente
independiente ni prioritario en la estrategia buscada.
c) Repensar un claro sistema regulador,
bajo la dirección y control de los gobiernos huyendo de falsos instrumentos
independientes y profesionales
que huyen de la transparencia y
la alineación con las estrategias país o mundial previstas.
d) Repensar los organismos
internacionales multilaterales, su función, financiación, gestión, programas y
cuotas de acceso y representación de los países, grupos de poder, funcionarios
y directivos.
e) Impedir que los causantes de esta
crisis salgan indemnes. La sociedad
ha de aprender a distinguir lo que es un
buen profesional y apreciar los valores y atributos que lo definen.
Lo primero son
los valores
Más
que el rescate financiero, que solo no llevaría
a resultados sostenibles,
necesitamos cambios profundos
de actitudes y de valores no únicamente en el sector financiero, sino en
los empresarios y en los gobiernos:
El
Presidente Obama fue muy claro en su discurso inaugural sobre la necesidad de
vitalizar la ética y los valores: “Nuestros desafíos podrán ser nuevos. Las
herramientas con que les hacemos frente podrán ser nuevas. Pero los valores de
los que depende nuestro éxito: el trabajo duro y la honestidad, la valentía y
el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo,
esas son cosas viejas. Esas son cosas verdaderas. Y ellas han sido la fuerza
silenciosa detrás de nuestro progreso durante toda nuestra historia”.
El desconocimiento de
la ética lo
que aceleró la crisis a nivel de las grandes corporaciones (recuérdese
Enron).
Pululaban
allí muchos ladrones de cuello blanco haciendo ubérrimas ganancia en aras de la
“exuberancia de irracional” (Krugman) de las hipotecas sobrevaluada y vendidas
y revendidas hasta 35 veces la misma en el mercado sin respaldos reales hasta
subir a 275
puntos sobre la línea de normalidad de 100.
Queda
clara la necesidad de volver a los valores, como lo expresa la Declaración del
G-20 en su reunión de Washington en noviembre:
- Reforzar la
transparencia y la responsabilidad.
- Mejorar la regulación en profundidad.
- Promover la
integridad de los mercados financieros internacionales.
La
crisis de valores se resuelve en primer
lugar tomando decisiones serias, como dice Jack Welch (“Winning”)
“Haga
del presente el año en que usted le explicará con mucha claridad a sus
empleados el significado
de la palabra integridad. Diga que no será tolerante
con quienes actúen violando la ética. Las violaciones a la integridad no solo
se cometen en gran
escala como lo
hizo Bernard Madoff. Con más frecuencia, son cometidas por gente que se
las ha arreglado para operar en las zonas grises de la organización.
Comprométase este año a tomar un tiempo sin premuras, para explicar de manera
clara qué es
bueno y qué es
malo.
El poder del
liderazgo con valores
La
fuerza de los valores es muy grande. Si se desencadena, los cambios no tardan
en hacerse evidentes.
El
riesgo de la autodestrucción moral que conlleva el contagio masivo de
antivalores se combate con
la revolución silenciosa, pero eficaz, de la vivencia
personal y colectiva de los valores.
Se
trata de fortalecer valores éticos empresariales como
la honestidad, la lealtad, la responsabilidad, la
creatividad, en la pertenencia, el respeto, la solidaridad, el optimismo, la
visión, la constancia, el liderazgo, la ejemplaridad, la decisión, la
fortaleza, la transparencia, el compromiso, la confianza, la participación, la
comunicación, la proactividad, la prudencia, el servicio, la calidad, etc.
Una
vez que la persona toma la decisión de enfrentarse a una crisis, individual o
colectiva, echa mano
de lo mejor
de sí misma −los valores
acumulados en forma de capital intelectual o humano− para apalancar desde ahí
las acciones futuras.
No
hay que dejarse contagiar del clima de pesimismo que los efectos devastadores
de la crisis económica producen sobre la sociedad entera.
Sería
como hacer depender de las encuestas de opinión asuntos que requieren el
criterio personal basado en el conocimiento y en la toma de decisiones
precedida de un juicio y de una deliberación inteligente.
Hay
que sentir el compromiso personal y obrar con convicción, con decisión y con
propósitos firmes de
cambios en la conducta. Los valores son la mejor
garantía de que una persona o una organización funcionan bien.
Podríamos preguntarnos ¿qué
diferencia hay entre una organización “perfecta” dedicada a producir y
comercializar cocaína y otra, igualmente bien organizada que vive no sólo a
costa de sus clientes, sino de sus empleados y de la sociedad?
La respuesta
tendría que ser
que ambas fallan en sus valores.
Es decir, están dominadas por los antivalores en diferente intensidad y
alcance.
Eso
significa que una organización puede reunir todos los requisitos formales y
técnicos pero desde
el punto de
vista humano ser un fracaso porque lo que le confiere legitimidad son
sus valores.
Es
relativamente fácil estar de acuerdo en la importancia que tienen los valores
para las personas, en la
familia, en las organizaciones y la sociedad. Pero lo clave es ver cómo ellas los vuelven
reales, cómo interiorizarlos y proyectarlos para hacer que sean la base de un
ambiente positivo de trabajo y para que se traduzcan en un beneficio para
quienes los practican.
Y
cómo con base en ellos se ayuda a construir una cultura de valores en las
empresas y organizaciones y que exista una pedagogía social de los valores que
influya en la política, en los gobiernos y en los ciudadanos.
Esto
no se da de la noche a la mañana y supone, un largo y perseverante trabajo para
desarrollar valores y para lograr construir comunidad entre todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario