Jorge
Yarce
Grado máximo
de perfección, aspiración a lo
mejor, a la meta más alta que se espera
alcanzar en lo
que se hace y en quien lo hace.
“En todo
hombre -escribe Mark
Twain- hay en realidad tres hombres: el que los demás creen que es, el
que él cree ser y el que realmente es”.
Quiere
decir esto que no somos algo fijo, determinado, visto de una sola manera o con
una sola salida posible.
Siempre
hay aspectos que nos permiten buscar un mejor resultado de nosotros mismos.
Podríamos decir
que junto a
los 3 aspectos que
señala Twain cabe
añadir dos más que encarnan esa aspiración: lo que yo quiero ser y lo
que yo puedo ser.
Los
5 aspectos nos damos cuenta de que nos sirven para apuntar más alto, para no
quedarnos en apreciaciones subjetivas o externas, ni
con lo que
pudiera ser nuestra realidad de
ahora.
Estamos siempre
haciéndonos
Lo
más interesante de nuestra vida es lo que
no hemos logrado
todavía, porque eso nos hace
sentir vivos, con ilusiones y esperanzas, a pesar de los posibles fracasos que
hayamos tenido.
Si
buscamos la excelencia, esos fracasos serán una experiencia en nuestro camino.
Lo que más cuenta es lo que queremos y podemos alcanzar en el futuro, que nos
abre muchas posibilidades para nuevos logros.
La
excelencia se plantea como una meta, la mayor perfección posible. Y a eso no
puede ponerse límites porque sería tratar de limitar la vida misma y su
desarrollo progresivo y con
alternativas diferentes de
realización personal y profesional.
Nadie
puede decir que ya es suficiente lo logrado. Siempre en algo aspecto puede
lograr nuevas metas.
La
excelencia surge de la aspiración a una calidad total personal, a no
contentarse con la mediocridad y a querer sobresalir. Eso quiere decir
etimológicamente la palabra “excelencia”.
El
diccionario la define así: superior calidad o bondad que hace digno de singular
aprecio o estimación (RAE). Pero sobresalir no para singularizarse o
enfrentarse a los demás, sino para emular sanamente con ellos.
San
Agustín expresa esa misma idea de otra manera: dice que el hombre es el ser que
es más que hombre, para significar que su ser no se queda en lo que es, en una
definición, por ejemplo cuando decimos que es "un animal racional".
Ser
persona es mucho más e indica una individualidad única e irrepetible. Somos
seres perfectibles y eso es lo que nos anima
a superarnos, a
crecer, a buscar una meta superior.
La
excelencia parte de que no estamos terminados.
Somos seres abiertos, siempre en posibilidad de llegar a
más, de ser más en alguna medida.
Si
la persona se abandona o espera a que alguien lo haga por él, se malogra,
porque no asume la responsabilidad de su propia vida y afrontar su propio
futuro.
Lo
importante es saber muy bien lo que queremos porque eso nos permitirá no
apartar la mirada de la meta. Sabiendo lo que
somos, conociéndonos bien
a nosotros mismos, iremos con
mayor seguridad tras las metas laborales.
Y
parte de ese conocimiento y aceptación es, de un lado, saber nuestras
fortalezas, y de otro, nuestras debilidades o defectos, para apoyarnos mucho
más en lo primero y tratar de corregir lo segundo.
La
excelencia de la que hablamos no es una
visión triunfalista de
nosotros mismos ni un afán de
aparecer o de quedar bien o ser bien vistos por los
demás.
Debemos tener
muy presente que
los otros ya nos conocen con cualidades
y defectos, y no vamos a tratar de ocultar éstos.
Como tampoco
vamos a dejar
de reconocer los errores. Lo lógico es aprender de ellos para poder
superarnos cada día más.
Aquí
se relacionan la excelencia y la humildad (“andar en verdad”).
Excelencia personal y
laboral
La
excelencia la podemos enfocar en primer lugar como excelencia personal, es
decir, la búsqueda del perfeccionamiento intelectual, emocional,
moral-espiritual y social.
Lo
cual supone tener en cuanta nuestro modo de ser, que no podemos modificar sino
aceptar y moderar en aquello que depende de nosotros mismos a través de la
inteligencia y la voluntad.
La unidad
de todos esos
aspectos depende de cada uno.
En
cada uno de esos frentes surgen diferentes
metas y aspiraciones que entran a formar parte de la visión o del
sueño que nos hacemos de nosotros mismos.
Deben ser metas
ambiciosas pero realistas, y hay
que trabajarlas con optimismo.
En
segundo lugar podemos ver la excelencia en lo que hacemos, especialmente en el
trabajo como fuente de realización personal.
Este
es el ámbito donde normalmente se manifiesta
nuestra capacidad intelectual,
nuestra experiencia, la
especialización que tenemos y las competencias que nos hacen aptos para
una determinada tarea.
La excelencia
profesional tiene que
ver con lo que
sabemos y con
lo que sabemos hacer, con los
conocimientos, pero también con las actitudes y valores, integrándolo todo en
una personalidad equilibrada y armónica.
Y
desde luego como con lo que efectivamente
hemos hecho o actualmente hacemos
en una determinada tarea profesional, por cuyos resultados se juzgará si vamos
camino de la excelencia laboral o no.
Se
es bueno profesionalmente cuando se sabe aprovechar muy bien el horario de
trabajo y se cumplen las
funciones con responsabilidad y con generosidad.
Para
eso es conveniente hacerse planes bien estructurados, con objetivos claros, a
corto o mediano plazo. Y mirar a largo plazo
el propio plan
de carrera profesional.
Al
trabajar bien, mediante una labor intensa, constante y ordenada, la persona
perfecciona cada vez más lo que hace, pero también se mejora a sí misma,
perfecciona a quien
lo hace, uniéndose los dos aspectos de la excelencia
en una sola realidad.
Además,
la realización personal se logra a través del trabajo en la medida en que el
ambiente del mismo es positivo, estimulante y generador de un sentido de
pertenencia a la organización, empresa o institución para la que se trabaja.
Hay que
destacar el carácter
expansivo del trabajo, es decir, la forma como haciéndolo bien nuestro
hacemos con él mucho bien a los demás que nos rodean en el propio sitio de trabajo, en la familia,
y en el ambiente social en que vivimos.
Hablamos de
una excelencia que
tiene que ver más con la cultura del ser que con la cultura del tener.
Se
trata de que en el trabajo la persona no sólo se limite a hacer cosas, o a
moverse de un lado para otro, sino que sea consciente de
interiorizar bien lo que
hace, convertirlo en un obrar personal que la mejora a sí misma, en busca de su
realización en términos óptimos.
Plan de mejoramiento continúo
Tanto
en el plano personal como laboral hay que pensar en grande, apuntar a objetivos
altos.
Por
eso es tan importante que desde la juventud,
pero no sólo
en ella, se inculquen los grandes ideales, el afán de
un alto logro personal junto al deseo de servir.
Todo
ello dentro de un proyecto de vida que
lleva, por lo
normal, muchos años para realizarlo y ver concretadas esas
aspiraciones.
Ese
proyecto se lleva a cabo a través de acciones
muy sencillas encadenadas unas a otras, como quien da a lo
largo un millón de pasos y llega muy lejos.
E
incluye una definición de nuestros principios y valores y las grandes
aspiraciones respecto a lo físico y de salud, a lo intelectual o profesional.
Incluido
ahí el plan de carrera y las metas económicas, y todo lo que tiene que ver
con el
plano de la
familia, de las amistades y de lo espiritual.
El mejoramiento continuo
del que se habla en la teoría de la calidad total se
aplica con toda propiedad a la búsqueda de la excelencia.
Debo
saber que si me lo propongo, es cuestión de mantener la mira puesta en el
objetivo, de no apartar la voluntad de la ejecución de las acciones que llevan
al fin y al logro de los objetivos y metas trazados.
Lo
que yo quiero ser y puedo ser, lo aprendo a ser. No he nacido ya con todo
hecho, con un bagaje único. En el fondo depende de mí mismo el lograrlo, el
conseguir una personalidad excelente.
Yo
seré lo que quiero ser si me lo propongo, si pongo en marca mis
posibilidades, las desarrollo,
las hago vida, las integro en
una unidad vital que es siempre biográfica.
Esa es
mi aventura, mi
reto y mi esperanza. Y no lo aprendo de un día para
otro.
Lo
voy construyendo poco a poco entre aciertos,
fracasos ilusiones: lo que importa es caminar, buscar, vivir
auténticamente, apasionadamente, siendo nosotros mismos y aspirando a ser los
mejores, no por afán de figurar sino por afán de servir.
La aspiración
a la excelencia
es para todos, no
sólo para unos pocos o para quienes consideramos líderes.
Forma
parte del auto liderazgo que debemos fomentar en todas las personas como un
desarrollo de su potencial, que normalmente es mucho mayor del que se cree.
“El
deber de cada hombre es tratar de alcanzar continuamente la perfección”
(Mahatma Gandhi). Y esa tarea no termina nunca. Siempre se puede más y siempre
se quiere más.
No
hay que contentarse con lo logrado. No ser conformes porque eso podría recortar
las aspiraciones a la excelencia.
Pero,
a la vez, vivir contentos de lo que hemos podido realizar, agradeciendo a los
demás la ayuda que nos brindan, procurando darles lo mejor de
nosotros mismos, sin desfallecer en el esfuerzo constante por dar un
paso más hacia la perfección que anhelamos.
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