Jorge
Yarce
“Estamos
hechos de la misma materia de nuestros sueños (Shakespeare)
1. La familia está llamada por
naturaleza a ser la primera formadora de valores en los hijos. Todo parte del
propósito fundamental de los padres que les compromete con la felicidad de los
hijos a darle lo mejor de sí mismos, sus propios valores. Por
eso no es
extraño que
los propongan a sus hijos, primero con el ejemplo, para que ellos los
practiquen e incorporen a su vida en forma de hábitos estables.
2. Los padres ejercen con sus hijos lo
que podríamos denominar un “liderazgo artesanal”, en el sentido de que cada uno
de los hijos representa una tarea única, lo más parecido a una obra de arte que
se trabaja singularmente y que se podrá concluir en la medida en que cada uno
de ellos aprenda a navegar en la vida por sí mismo.
3. Los padres quieren que sus hijos crezcan
sanos y saludables y que puedan disponer de ciertos medios materiales para su vida y que sepan usar bien su
libertad. Pero, sobre todo, que posean ciertos
valores morales y espirituales que les permitan ser personas
verdaderamente felices, que lleven la felicidad a otros y que sean buenos
ciudadanos.
4. Lo principal para los hijos, a la
corta y a la larga, es el permanente respaldo afectivo de sus padres. Eso
supone aceptarlos como son y dedicarse a ellos en tiempo y en atención. No
basta que un padre o una madre piensen que les dedican poco tiempo pero de
calidad. Es necesario que la cantidad de tiempo sea proporcionada a las
necesidades de los hijos.
5. La vida de los padres está marcada por la entrega, por la donación
de uno al otro y de los dos a sus hijos. Esto no se realiza de un solo
golpe o
porque se exprese
el deseo o la
intención de entregarse. Es un largo proceso, que se realiza poco a poco, por
pasos, con continuidad, con perseverancia y adelantándose a poner de su parte
todo lo mejor, sin descanso aunque a veces haya cansancio. Esa entrega acrisola
los valores que aspiran a forjar en los hijos y los prepara para afrontar las
contrariedades de la vida.
6. El clima del hogar debe estar
caracterizado por el amor mutuo y la confianza, que llevan a luchar cada día,
con la esperanza de hacerlo mejor y de mejorar personalmente en la tarea de
hacer mejores a los hijos, en un constante comenzar y recomenzar en el que los
unos se apoyan en los otros, logrando la fortaleza del conjunto
7. Nada de lo que pase a alguien en la
familia puede ser ajeno a los otros. Y más cuando se trata de algo que pasa a
los hijos. Por eso los padres los deben llevar en su cabeza y su corazón vayan
donde vayan y pase lo que pase. Eso les llevará a ser buenos observadores, a
vigilar con el
corazón y a
limitar su propia libertad para bien de ellos. Muchas
veces la libertad se obtiene como fruto de una entrega generosa.
8.
Los hijos poseen unos “instintos-guía”, que son impulsos naturales de
conocer, de aprender, de querer, parecidos a los que tienen de llorar, comer o
caminar, y unos “períodos sensitivos” en los que se les facilita más el
aprendizaje de los conocimientos y de los valores. Hay que saber aprovechar
esos períodos para arraigar en ellos los valores. Por ejemplo, y para dar una
idea que no pretende ser una regla exacta: la laboriosidad, la constancia o la
generosidad (entre los 2 y los 6 años); el estudio, la sinceridad, el orden o
el respeto (entre los 6 y los 10 años); la justicia, la amistad o el
patriotismo (entre los 10 y los 16 años); y la prudencia, la lealtad o el
optimismo (de los 16 en adelante).
9.
El desarrollo de valores en la familia se basa en la espontaneidad y la
libertad. No se les imponen: se les anima e impulsa a vivir consciente y
deliberadamente algunos valores en
forma explícita, porque
implícitamente reciben otros a través del ejemplo de los padres y también
de los maestros.
Ofreciéndoles motivos para hacerlo, haciéndoles sentir la satisfacción
al vivirlos y reconociendo sus esfuerzos por hacerlo
10. Los valores esenciales (fe amor,
libertad, justicia,
laboriosidad, respeto, amistad, laboriosidad…)
echan sus raíces en la vida familiar. El colegio
refuerza esos valores
y ofrece otros. Trabajar
por el arraigo
de lo esencial o
fundamental debe ser la
preocupación permanente de los padres y maestros. En cambio no deben dar
importancia a lo accesorio o secundario (gustos, modas, aficiones…La batalla no
hay que darla ahí, porque son cosas pasajeras.
11. En una sociedad caracterizada por el
consumismo y por
la aspiración a
la vida cómoda y fácil, al
confort y al bienestar material y a creer que el dinero lo puede todo, adquiere
mucha importancia educar en la sobriedad y en hábitos de templanza y
moderación, y hacer ver a los hijos el valor de la austeridad y de la sencillez
de vida, del desprendimiento de lo propio para acudir a satisfacer las
necesidades de los demás, especialmente de los más pobres de bienes materiales.
12.
Los padres que ahogan a sus hijos en la abundancia de cosas superfluas
corren el riesgo de descuidar lo más importante que necesitan: orientación,
afecto y criterio. La mejor manera de comprobar si van por buen camino en ese
sentido es ver si los hijos son generosos entre sí, si se preocupan de sus
compañeros en el colegio, si tienen ojos para descubrir el dolor, las penurias
y las dificultades que viven personas que muchas veces pasan cerca de ellos.
13. El compromiso es vital para su vida.
Ser personas comprometidas es aprender a manejar su libertad y a
respetar la palabra dada, que se basa en el amor a la verdad. La libertad no es
sólo elegir las cosas o planes que les gustan. También que vean que son libres
comprometiéndose con lo que hacen, especialmente con sus estudios. Obedeciendo,
respetando a la autoridad, cumpliendo las leyes y normas de la convivencia y
los dictámenes de su razón y lo que exigen los principios y valores a cada
persona, también son libres.
14.
El amor es condición y resultado en la familia. Es un fuego que mantiene
encendido el hogar. Si se apaga o falta, en lugar de fuego lo que hay es
desamor y se crean pequeños infiernos familiares. El amor, como el fuego, se
alimenta de cosas pequeñas, de detalles. Quien no sabe estar en los detalles de
la vida de los hijos, se alejará de ellos lentamente.
15. El mejor regalo de los padres a los
hijos es educarlos en una fe comprometida y activa, con base en su propio
ejemplo, de modo que comprendan el sentido de la gracia en sus vidas, y se
conduzcan como buenos hijos de Dios y hermanos de las demás personas, que
practiquen la oración, los sacramentos, una auténtica piedad y logren una buena
formación doctrinal, todo ello
como alimento de su
vida interior.
16. Como los otros valores, la
laboriosidad se inculca con la fuerza del ejemplo. Para ello ayudarles a
aprovechar el tiempo, a ser ordenados, a tener disciplina en sus hábitos de
alimentación y de
deporte y descanso.
A manejar su horario de estudio y su dedicación a la amistad, valor
importantísimo en su vida.
17. En la familia se dan los primeros
pasos de la solidaridad, en contacto con los padres y con los hermanos, con los
demás parientes y personas relacionadas con el hogar, y con las demás familias.
Ser solidario no es sólo un sentimiento superficial de compasión por los males
ajenos. Es sentirse parte
en sus necesidades
y colaborar en su solución.
18. La vida en familia necesita del
diálogo y la comprensión. Cuando los padres viven estos valores, los hijos
aprenden a escuchar y a conversar y, lo más importante, a compartir, a
interesarse en los asuntos del hogar y de las personas que
lo integran. Y
comprender, convivir, disculpar y perdonar van de la mano.
19. Nadie está libre de equivocarse al
educar los hijos. Por eso rectificar en esos momentos es también un ejemplo
para ellos. Y no echarles nunca en cara sus defectos o errores, ni guardar
rencores, ni manifestar preferencias. “La justicia de los padres es tratar de
modo desigual a los hijos que son desiguales entre sí”, recomendaba alguien.
20. La familia y el colegio son ámbitos
privilegiados para educar en los valores. Deben complementarse. Si los hijos
ven en el colegio continuidad de lo que han aprendido en sus hogares, se les
hará más amable y atractivo vivir los
valores. Lo importante
es que en
la educación que reciban se dirija a formar su carácter y a que sean
personas íntegras y el día de mañana excelentes profesionales y ciudadanos
líderes para servir y querer a todos, sin discriminaciones, con sentido de
justicia
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